El hijo de los porteros se dirigió a don Pedro, muy afectado tras su muerte, y le pidió que redactara un epitafio para honrar su memoria. Del corazón de Muñoz-Seca surgieron estos versos:
Corría mil novecientos veinte y tantos, y en aquella época, era preceptivo que la Curia diocesana aprobara el texto de los epitafios que habían de adornar los enterramientos. Así que don Pedro recibió una carta del Obispado de Madrid reconviniéndole a modificar el verso, puesto que nadie, ni siquiera el propio Obispo de la diócesis o el Santo Padre, incluso, podía afirmar de un modo tan categórico que unos fieles hubieran ascendido al cielo sin más.
Fue tan grande su bondad,
Tal su generosidad
Y la virtud de los dos
Que están, con seguridad,
En el cielo, junto a Dios.
Don Pedro rehizo el verso y lo remitió a la Curia, del modo siguiente:
Fueron muy juntos los dos,
El uno del otro en pos,
Donde va siempre el que muere,
Pero no están junto a Dios
Porque el Obispo no quiere.
Nueva carta de la Curia. El Obispo, tras recriminar al autor lo que cree una burla y un choteo de Muñoz-Seca le exige una rectificación ya que no es el Obispo el que no quiere, pues ni siquiera es voluntad de Dios, que no decide nuestro futuro sino que es nuestro libre albedrío el que nos lleva al cielo o no.
Así que don Pedro remata la faena, escribiendo un verso que jamás se colocó en enterramiento alguno porque la Curia jamás le contestó:
Vagando sus almas van,Post data: cuenta wikipedia que “un día le preguntó un crítico literario cuáles eran, a su juicio, los cinco más importantes hombres de las letras españolas contemporáneas y don Pedro rápidamente elaboró una respuesta:
Por el éter, débilmente,
Sin saber que es lo que harán,
Porque, desgraciadamente,
Ni Dios sabe dónde están.
Don Miguel de Unam-uno
Benito Pérez Gal-dos
Miguel de Cervan-Tres
Luca de Tena, Don Tor-Cuatro
Benavente, Don Ja-Cinco.
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